Doña Perfecta
¡Desperta, ferro!
ESCENA 1
INTERIOR -
CASA - DÍA
DOÑA PERFECTA
-Aquí está el personaje¡ Parece mentira
que se hable tanto de un hombre de tan poco vale! Dime Caballuco: ¿es verdad
que te han dado de bofetadas unos soldados esta mañana?
CABALLUCO
(Levantándose indignado, como si
hubiera recibido el mas grosero insulto)
- ¡A mí! ¡A mí!
DOÑA PERFECTA
-Así lo han dicho ¿No es verdad? Yo lo
creí, porque quien es tan poco se tiene… Te escupirán, y tú te creerás honrado
con la saliva de los militares
RAMOS
(Vociferando con energía)
-¡Señora! Salvo el respeto que debo a
usted, que es mi madre, mas que mi madre, mi señora, mi reina… pues digo que
salvo el respecto que debo a la persona que me ha dado todo lo que tengo… salvo
el respeto…
DOÑA PERFECTA
-¿Qué?... Parece que me vas a decir
mucho y no me dices nada
RAMOS
(Añadiendo, expresándose con
extraordinaria dificultad)
-Pues digo que, salvo el respeto, eso
de la bofetada es una calumnia. Todos hablan de mí, que si entro o salgo, que
si voy, que si vengo… Y todo ¿por qué? Porque quieren tomarme por figurón para
que revuelva el país. Bien está Pedro en su casa, señoras y caballeros. Yo seré
bruto, pesado, ignorante, querencioso, testarudo y todo lo que quieran; pero a
caballero no me gana nadie.
DOÑA PERFECTA
(Diciéndolo con el mayor desprecio)
-Lástima de Cid Campeador. ¿No cree
usted, como yo, señor Penitenciario, que en Orbajosa no hay ya un solo hombre
que tenga vergüenza
SEÑOR PENITENCIARIO
(Apoyando su mano en su barba sin
mirar a su amiga)
-Grave opinión es esa, pero se me
figura que este vecindario ha aceptado con excesiva sumisión el pesado yugo del
militarismo
(Licurgo y los tres labradores se ríen
con toda su alma)
DOÑA PERFECTA
-Cuando los soldados y las autoridades
nuevas nos hayan llevado el último real, después de deshonrado el pueblo,
enviaremos a Madrid, en una urna cristalina, a todos los valientes de Orbajosa
para que los pongan en el museo o los enseñen por las calles
FRASQUITO GONZÁLEZ
-¡Viva la señora! Lo que ha dicho es
como el oro. No se dirá que por mí no hay valientes, pues no esto con los
Aceros por aquello de que tiene uno tres hijos y una mujer y puede sucedes
cualquier cosa; que si no…
DOÑA PERFECTA
-¿Pero tú no has dado tu palabra al
Gobernador?
FRASQUITO GONZÁLEZ
-¿Al gobernador? No hay en todo el
país un tunante que mas merezca un tiro. Gobernador y Gobierno, todos son lo
mismo. El cura nos predicó el domingo tantas cosas altisonantes sobre las
herejías y ofensas a la religión que hacen en Madrid… ¡Oh! había que oírle… Al
fin dio muchos gritos en el púlpito, diciendo que la religión ya no tenía
defensores.
DOÑA PERFECTA
-Aquí está el gran Cristóbal Ramos
dando fuerte palmada en el hombreo del Centauro, monta a caballo; se pasea en
la plaza y en el camino real para llamar la atención de los soldados; venle
éstos se espantan de la fiera catadura del héroe y echan todos a correr muertos
de miedo. Señor Pasolargo, esta noche,
mándeme acá a su hijo Bartolomé para que se quede aquí, bien podrá suceder que
el mejor día amanezcamos mi hija y yo asesinadas.
TODOS
(levantándose todos)
-¡Señora!
CRISTÓBAL RAMOS
-¡Señora! ¿Eso es broma o qué es?
DOÑA PERFECTA
-Señor Vejarruco, señor Pasolargo, no
estoy segura en mi casa. Ningún vecino de Orbajosa lo está, y menos yo. Vivo
con el alma en un hilo. No puedo pegar los ojos en toda la noche.
LICURGO
-Pero, ¿quién, quién se atreverá…?
Vamos que yo, viejo y enfermo, seré capaz de batirme con todo el Ejército
español si tocan el pelo de la ropa a la señora…
FRASQUITO GONZALEZ
-Con el señor Caballuco basta y sobra
DOÑA PERFECTA
-¡Oh! No, no ven ustedes que Ramos ha
dado su palabra al Gobernador. Me basta un cobarde, con tal que no haya dado
palabras. Quizás pase yo por el trance de ver asaltada mi casa, de ver que me
arrancan de los brazos a mi querida hija, de verme atropellada e insultada del
modo mas infame…
(empieza a llorar)
DON INOCENCIO
-¡Señora, por Dios, cálmese usted!
Vamos, no hay motivo todavía. También es preciso un poquito de resignación para
soportar las calamidades que Dios nos envía.
TODOS
-Pero ¿quién los envía, quien?
PENITENCIARIO
-Vaya, no la molesten ustedes con preguntas
importunas. Pueden retirarse
DOÑA PERFECTA
-No, no, que se queden. La compañía de
mis buenos servidores es para mí un gran consuelo
EL TÍO LUCAS
-Maldita sea mi casta, si todos estos
gatuperios no son obra del mismísimo sobrino de la señora
LICURGO
-Desde que le vi en la estación de
Villahorrenda y me habló con su voz melosilla y sus mimos de hombre cortesano
le tuve por un grandísimo… no quiero acabar por respeto a la señora… Pero yo le
conocí… le señale desde aquel día, y no me equivoco, no. Se muy bien, que por
el hilo se saca el ovillo, por la muestra se conoce el paño y por la uña el
león.
DOÑA PERFECTA
-No se hable mal en mi presencia de
ese desdichado joven. Por grandes que sean sus faltas, la caridad nos prohíbe
hablar de ellas y darles publicidad.
DON INOCENCIO
-Pero la caridad no nos impide
precavernos contra los malos; y de eso se trata. Ya que han decaído tanto los
caracteres y el valor en la desdicha Orbajosa; ya que este pueblo parece
dispuesto a poner la cara para que escupan en ella cuatro solados y un cabo,
busquemos alguna defensa uniéndonos.
DOÑA PERFECTA
-Yo me defenderé como pueda. ¡Hágase
la voluntad del señor!
CRISTÓBAL RAMOS
-Tanto ruido para nada… ¡Por vida de…!
¡En esta casa son de la piel del miedo! … No parece sino que el tan don Pepito
es una región de demonios. No se asuste usted, señora mía. Mi sobrino Juan, que
tiene trece años, guardará la casa, y veremos, sobrino por sobrino, quién puede
mas.
DOÑA PERFECTA
-Ya sabemos todos lo que significan
tus guapezas y valentías. ¡Pobre Ramos; quieres echártela de bravucón, cuando
ya se ha visto que no vales para nada! Ramos, no me mires así. Ya sabe que no
me asusto de fantasmones. ¿Quieres que te hable de una vez con claridad? Pues
eres un cobarde. ¡Le cortaré la cabeza al señor Rey! ¡Que desatino! Eres tan
bruto como cobarde.
DON INOCENCIO
-¡El homicidio! ¡Qué atrocidad! Ese
hombre está loco
DOÑA PERFECTA
-¡Matar!... L idea tan sólo de un
homicidio me horroriza, Caballuco. ¡Pobre hombre! Desde que has querido mostrar
valentía, has aullado como un lobo carnicero. Vete de aquí, Ramos; me causas
espanto.
CRISTÓBAL RAMOS
-¿No dice la señora que tiene miedo?
¿No dice que atropellarán la casa, que robarán la niña?
DOÑA PERFECTA
-Si, lo temo
CRISTÓBAL RAMOS
.Y eso ha de hacerlo un solo hombre.
Eso lo ha de hacer don Pepe Poquita Cosa con sus matemáticas. Hice mal en decir
que le rebanaría el pescuezo. A un muñeco de ese estambre se le coge de una
oreja y se le echa de remojo en el río.
DOÑA PERFECTA
-Sí, ríete ahora, bestia. No es mi
sobrino solo quien ha de cometer todos esos desafueros que has mencionado y que
yo temo, pues si fuese él solo no le temería. Con mandar a Librada que se ponga
en la puerta con una escoba… bastaría. No es él solo, no.
CRISTÓBAL RAMOS
-¿Pues quién?
DOÑA PERFECTA
-Hazte el borrico. ¿No sabes tú que mi
sobrino y el brigadier que manda esa condenada tropa se han confabulado?
CRISTÓBAL RAMOS
-¡Confabulado!
LICURGO
-Que están de compinche
VEJARRUCO
-Ayer unos soldados se llevaron
engañada a la hija más chica del tío Julián, y la pobre no se atrevió a volver
a su casa; mas la encontraron llorando y descalza junto a la fuentecilla vieja,
recogiendo los pedazos de la cántara rota.
FRASQUITO GONZÁLEZ
-¡Pobre don Gregorio Palomeque!, el
escribano de Naharilla Alta. Estos pillos le robaron todo el dinero que tenía
en su casa. Pero el brigadier, cuando se lo contaron, contestó que era mentira.
DOÑA PERFECTA
-¿Y qué se sabe de Francisco Acero?.
Sentiría que le ocurriera algún percance. Dígame usted, don Inocencio:
¿Francisco Acero no nació en Orbajosa?
DON INOCENCIO
-No: él y su hermano son de Villajuán.
DOÑA PERFECTA
-Lo siento por Orbajosa. Esta pobre
ciudad ha entrado en desgracia. ¿Sabe usted si Francisco Acero dio palabra al
Gobernador de no molestar a los pobres soldaditos en sus robos de doncellas, en
sus irreligiosidades, en sus infames felonías?
(Cristóbal Ramos dio un salto, ya no
se sentía punzado, sino herido por atroz sablazo)
CRISTÓBAL RAMOS
-Yo di mi palabra al Gobernador porque
el Gobernador me dijo que venían con buen fín. Le prometí que ni yo ni ninguno
de mis amigos levantaríamos partidas en tierra de Orbajosa… A todo el que ha
querido salir porque la retozaba la guerra en el cuerpo. Pero tengo mucha gente
honrada, sí, señora, y buena y valiente que está desperdiga por los caserío y
las aldeas, por arrabales y montes, cada uno en su casa, ¿eh? Y echando a
correr a caballo o a pie para ir a donde yo les mande… Y no porque la di, y si
no salgo es porque no quiero salir, y si quiero que haya partidas las habrá, y
si no quiero, no; porque yo soy quien soy, el mismo hombre de siempre, bien lo
saben todos… Y digo otra vez que no vengan al revés, ¿estamos? Y si quieren que
salga me lo declaren con toda la boca abierta, porque para Bien eso nos ha dado
Dios la lengua, para decir esto y aquello.
DOÑA PERFECTA
(Con bondad)
-Te has sofocado como aquellos
oradores republicanos que venían a predicar aquí la religión libre, el amor
libre y no se cuántas cosas libres… Que te traigan un vaso de agua.
DON INOCENCIO
-Ahora tráeme otro a mí, Libradita.
También tengo un poco de fuego dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario